Repicando huertas, sembrando comunidad
El Pastoreo mira desde lo alto de la loma a su alrededor: su nombre remite a sus praderas salpicadas de piedras, pero se trata de un barrio que sigue creciendo a la distancia del centro de Rosario, Dpto. de Colonia. Allí se encuentra el Centro de Servicio Social El Pastoreo de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, particularmente su proyecto de Huerta Agroecológica y Escuelita de Agroecología. Sus referentas, Gabriela Méndez y Stephanie Zollinger, nos invitaron a sumarnos al trabajo de promoción de huertas en el barrio, pues desde hace un tiempo acompañan una huerta socioeducativa en la vecina Escuela Nº91. Entonces sumamos el esfuerzo del programa «Repicando Huertas» y allí fuimos: Nicolás y Jorge con el rotocultivador para recuperar los recintos de huerta, limpiar de gramilla, dar vuelta la tierra y acomodar los canteros. Josué, que acompañó la plantación de dos árboles nativos frutales, y otros dos con función de cortina.
Pero hubo actores muy importantes para que todo esto fuera posible: ¡las y los chicos de 5to y 6to de la escuela Nº 91! Algunas madres, padres, vecinos y familiares que se acercaron a sumar su mano, las maestras y la directora Mariana Helbling. De esta forma se vivió una jornada verdaderamente comunitaria de reacondicionamiento de la huerta y los frutales, que suman otro año de ser parte del entorno y la propuesta educativa. La jornada, que tuvo lugar el miércoles 23 de abril en la tarde, inició con unos juegos para conocernos y disponer los cuerpos al laboreo. Luego de dividirnos en grupos, las y los adultos trabajaron con la ‘maquinaria pesada’ en la huerta, mientras las y los alumnos intercambiaron tareas: en una estación recuperaban, identificaban y mejoraban el contenido de las sendas composteras que son alimentadas en el año por el comedor escolar y el compromiso de toda la comunidad educativa; en otra estación plantaban los árboles en la hermosa y soleada pendiente cercana a la cancha de fútbol. Dos guayabos del país (acca sellowiana) que se suman a los cítricos que siguen creciendo, y en función de cortina – atajar el viento sur – un arrayán (blepharocalyx salicifolius) y un canelón (myrsine laetevirens). A la tierra utilizada para el transplante, se le incorporó la materia orgánica generada en las composteras, que a su vez fueron alimentadas con estiércol de caballo recuperado en la zona.
Fue una hermosa jornada de intercambio, juego, aprendizaje, vínculo con la tierra, las y los demás, y la alimentación pues ¡cerramos disfrutando deliciosos frutos de guayabo del país, tan ricos y llenos de vitamina C, ideal para estos fríos que se avecinan!






