Mayonesa de remolacha, hojas de cerraja, diente de león, pétalos de guayabo y quemadillo de borraja… Puede sonar como un conjuro de brujas, tal como los que aparecen en algunos cuentos infantiles. Sin embargo, en este caso no hay caldero ni pociones, y los ingredientes fueron parte de un campamento con buen sabor.

 

El 10 y 11 de noviembre, el Centro Emmanuel fue un espacio de encuentro ecuménico e intergeneracional. Convocadas por el equipo de Ecoteología, las personas que se reunieron traían consigo una pregunta en común: ¿cómo hemos de vivir?, ¿qué es una vida plena?

Así, “Del buen comer y del Buen Vivir” fue el título y excusa para reflexionar sobre formas más justas y armónicas de relacionarnos, a nivel personal, comunitario y con toda la Creación. La Filosofía del Buen Vivir acuñada por los pueblos indígenas americanos fue el punto de partida para cuestionar nuestras pautas de consumo y de relacionamiento con el lugar que habitamos. Y también nos llevó a preguntarnos por una peligrosa obsesión cotidiana: el desarrollo ilimitado, la búsqueda del confort, la acumulación como estrategia para sentirnos más seguros.

Y ahí, cuando llenamos el granero con comodidades, ahorros y nuevas apps, la parábola de Jesús vuelve a sonar desde la multitud, recordándonos que quien se obsesiona por la seguridad material intenta llenar un pozo sin fondo, alimentando una boca que nunca se sacia:

“Miren –dijo Jesús- cuídense de toda avaricia, porque la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se tengan”. (Lc.12:15) Y dicho eso, les contó la historia de un hombre rico y sus graneros.

Junto a la Filosofía del Buen Vivir, los evangelios apuntan en esa dirección. La vida plena no consiste en atesorar ni en consumir a destajo; no rige la ley del más fuerte sino la de la reciprocidad; no se trata de ampliar el granero sino de compartir la cosecha, devolviendo a la tierra lo que ella necesita. Porque la vida es más que el confort de mi propio ombligo.

Según el teólogo Leonardo Boff, el Buen Vivir es distinto del ‘vivir bien’, porque supone una visión “holística e integradora del ser humano, inmerso en la gran comunidad terrenal”. Esa comunidad no es solo un conjunto de personas, sino también una totalidad que incluye “el aire, el agua, los suelos, las montañas, los árboles y los animales”[1]. Por eso, buscar una vida en equilibrio hace necesario pensar en mi relación con el todo.

A la hora de vivenciar todo esto, el campamento se convirtió en una excusa para cocinar y celebrar, para recorrer el lugar, para reconocer especies que crecen naturalmente y que podemos incorporar a nuestra alimentación o a un uso terapéutico. También aprendimos alternativas para personas que no pueden consumir gluten, para las que quieren prescindir de la carne, para personas diabéticas o hipertensas. Fueron pautas sencillas, ‘piques’ o estrategias para que podamos ampliar horizontes, comer de una forma más variada e incluir a otras personas.

Finamente, el domingo de tarde el tiempo de sobremesa se hizo tiempo de evaluación, tiempo para abrazar y tiempo para desear un reencuentro. Fue grato saber que, aunque todo campamento lleva su trabajo previo, cada quien puso de sí algo que dio frescura a cada momento.

Mientras escribo estas últimas líneas recuerdo la preocupación que teníamos por que todo saliera bien. Con ese recuerdo se entrelazan las palabras de Jesús, cuando invitaba a las personas a no angustiarse por el futuro, a confiar más en los tiempos y en la sabiduría de Dios. “Miren los lirios” –dijo él- “que ni trabajan ni hilan, y sin embargo se visten mejor que el mismo rey Salomón. ¿Cuánto más haría Dios por ustedes?”. (paraf. Lc.12:22-31)

Hay pocos lirios en el Centro Emmanuel. Pero vi guayabos, pequeños aún, ofreciendo flores de pétalos dulces, promesas de un futuro y señales de un pasado con raíces en esta tierra. No sé si Jesús osaría caminar por acá, pero si lo hiciera volveríamos a hacerle la misma pregunta de siempre: ¿cómo hemos de vivir?

Y él, sin dudarlo, señalaría los guayabos.

 

J.Pioli – Eq. de Ecoteología
[1] Véase Boff, L. ¿Vivir mejor o «el buen vivir»? (2009) http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=321