Contribución de Mabel, desde Paysandú.
Sería difícil poner la vida de Mabel en película sin dedicar al menos media hora a los campamentos. En el Parque XVII de Febrero, en el arroyo San Francisco, en Bellaco y quién sabe dónde más, los campamentos son un capítulo que nos ayuda a comprender el sentido del humor y la espiritualidad de Mabel.
Desde la cocina, el menú siempre era práctico, variado y llenador. Si había tiempo para hacerlo, la comida se anunciaba con un acertijo, un jeroglífico, una humorada. Así, el pan con dulce se convertía en “tajadas de trigo con amor membrillezco”, la sopa de la noche era una “velada de verduras en su jugo”, y las tortas fritas podían llamarse “criollada con agujero”. Si Mabel estaba ahí todo era posible.
Pocos días atrás ella nos mandó una receta para que la transcribiéramos como un ‘saber a la mesa’. Pero nos pareció más ilustrativo compartir la foto, en puño y letra, con el mismo tipo de dibujos que ella sabe hacer en los campamentos.
La creatividad, el humor y el cariño no alimentan, pero preparan la mesa.
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