¡No tengan miedo! Hay razones para celebrar. Un pequeño ha nacido hoy, un niño que será esperanza e invitación. La señal para reconocerlo es muy sencilla: no nació en cuna de oro, no viene de una gran capital. Es esperanza que duerme por aquí cerca, en un rincón o algún pastizal. Para encontrarlo hay que ponerse a caminar.

Con esta invitación comenzó un retiro que nos llevó a cada rincón del Centro Emmanuel. Comenzó con la llegada de unos simpáticos mensajeros, que nos invitaron a buscar la estrella. Pero no la de Belén, no la de un pasado remoto, de un pesebre idealizado ni de tarjetas con  brillantina. Hablaban de buscar la esperanza que nos alumbra hoy. De respirar y hurgar en las nubes de algodón, de adoptar el suelo fresco como una cuna, de reconocer las aves que habitan en nuestro silencio y en la oración.  

Entonces descubrimos el centro de la cuestión. Que nunca llegaremos a Belén, porque Belén ya fue, cientos de años atrás. Pero que podemos encontrar muchos otros pesebres, en la ruta a Bella Unión, a la entrada de la escuela, en el consultorio del hospital, en un dibujo hecho a mano, en la promesa de las orugas, o en esa historia triste que al ser dicha se empieza a humanizar. Jesús ya pasó, su mensaje quedó. Los mensajeros que vinieron se irán, pero la historia sigue viajando.

Para cerrar, niñas y niños, y grandes vueltos niños nos sentamos en una gran mesa redonda, para plasmar nuestros deseos en papel. Como tarjetas de Navidad renovadas, tridimensionales y desestructuradas, la esperanza se dejó plegar y colorear, se reinventó con tubos de papel higiénico, se hizo catalejo, casa y collage. 

Transcribimos a continuación algunos de los deseos, sentires y pensamientos que sobrevolaron en ese tiempo y que inspiraron nuestras tarjetas:

 

“Respira, detente, toma tu tiempo, escucha el mensaje de amor; disfruta, cuida el mundo que Dios te ofrece. ¡Feliz vida!”

 

“Cuando hablamos de Navidad, ¿quién pensó en la experiencia de María? ¿Cómo fue el parto? ¿Qué necesitaría esa noche? Seguramente necesitó descansar, recuperarse, volver a cubrirse, que las fibras de su vientre vuelvan al lugar. Todas las personas necesitamos descansar. La Creación toda necesita un tiempo para recuperar, juntar fuerzas, regenerar. Un tiempo para descansar.”

 

“Me sorprende, ¡cómo hacemos cosas para que los pájaros y toda la naturaleza nos tenga miedo!”. -dijo Namir- Podemos vivir la Navidad en la naturaleza, contemplando el cielo y la tierra. Podemos recuperar esa relación. Podemos reconciliarnos con la memoria de las aves. Para que al vernos, no recuerden solo las piedras o el arma del cazador.

 

«En esta Navidad te deseo:

que no te apures

que encuentres tiempo para deambular, sentir, oler contemplar

que puedas jugar y también llorar, si lo necesitas

que la quietud te haga descubrir la belleza de lo diverso viviendo a tu lado”

[Mirá más abajo algunas de las postales y fotos del retiro]