Jóvenes que piensan en ecoteología

Durante el 2 y 3 de setiembre, jóvenes de distintas localidades se reunieron en el Centro Emmanuel para reflexionar sobre el sentido de la Creación y el impacto de nuestro consumo cotidiano. En ese ejercicio, descubrieron también los efectos que toda práctica de consumo tiene sobre nuestro propio organismo. Porque nuestro cuerpo también es parte de ese equilibrio.

 

Preparar compost, trasplantar plantines, recolectar rúcula y dejar leudar la masa son prácticas habituales en el Centro Emmanuel. Pero ellas tienen un fin mucho más ambicioso que el hecho objetivo de poner en la mesa un plato de comida.

En nuestro día a día toda práctica tienen una razón de ser, un fundamento que permanece escondido hasta que nos preguntamos: ¿por qué estoy haciendo esto? También nuestros hábitos de consumo tienen un origen, y a veces cuesta pensar en sus efectos. Por eso es necesario, cada tanto, pararse a pensar y a sentir.

Titulado “mi consumo, ¿consume?”, este encuentro reunió a jóvenes de los departamentos de Soriano, Colonia y Montevideo, con el objetivo de reflexionar desde una perspectiva ecoteológica sobre nuestras formas de consumo y su vínculo con las diversas maneras de relacionarnos con la Creación. Iniciamos entonces un camino de ida y vuelta entre aspectos teóricos y lo experiencial y práctico. Parafraseando a Federico, esto  implicó un esfuerzo de “hablar para ir”, y viceversa.

Así, los datos estadísticos sobre generación de basura se complementaron con el trabajo en la compostera, la discusión sobre nuestros hábitos de alimentación se alternó con un tiempo para cocinar o para conocer otros sabores, y el debate sobre el impacto del estrés abrió paso a un tiempo para la charla en grupos, para caminar, para juegos de caja, para cantar, para valorar pequeños gestos y silencios.

A veces el trajín cotidiano nos hace ciegos a la complejidad del mundo en el que vivimos; giramos sobre la misma rosca sin mirar hacia afuera, concentrados en las vueltas del tornillo. Vamos seleccionando solo personas, cosas y datos que nos interesan para el momento, y en esa dinámica consumimos el tiempo y nuestra capacidad para relacionarnos de una forma más sana. Por eso en este encuentro la lectura del Salmo 104 invitó a un recorrido que nos hizo más sensibles al vuelo de las aves, a los sonidos ocultos en el tajamar, a la sensación de nuestros pasos transitando diferentes suelos, al sabor de los nísperos o del diente de león.

Agradecemos muy especialmente a la Dra. Graciela Castellano, que ofreció una charla sobre hábitos alimentarios. Gracias a la calidez y a la vivacidad de su presentación, muchos de nosotros volverán sobre la cúrcuma, resucitarán las crucíferas, buscarán en sus vidas el ‘efecto Rosetto’ y reproducirán al almuerzo la ‘paradoja francesa’. O, para decirlo en buen criollo, intentarán nuevos sabores, reincorporar verduras como el brócoli, comer en comunidad y un consumo moderado de vino tinto.

“Lamentablemente todo estuvo bien”, dijo con humor Santiago a modo de evaluación. Obviamente queda mucho por hacer y mejorar, pero sentimos que en este encuentro nos pudimos acercar a la ecoteología como una reflexión que integra la experiencia de cada uno/a, y también lo sensorial y emotivo. Desde ese lugar, leer un Salmo y pensar en la complejidad de la Creación toman otro cariz. Entonces la emoción de un testimonio, el sabor de la rúcula y el placer de jugar juntos hacen que nuestra fe vaya y venga decenas de veces, entre la teoría y la complejidad del suelo que pisamos.

Grupo de Ecoteología

Tomás Barolin, Juan Charbonier, Ileana Sosa, Guillermo Long, Joaquín Peña, Nicolás Sosa, Javier Pioli, Raquel Malan