El pasado jueves 13 de abril el Centro Emmanuel fue escenario de una liturgia de Semana Santa dinámica y cargada de estímulos. Para experimentar una ‘Pascua con los cinco sentidos’ debimos transitar los senderos y ser parte de una celebración que recorrió el Centro, captando aromas, sensaciones táctiles, imágenes, sabores y sonidos.
Esa tarde, la historia de la mujer de Betania (Mc.14:1-9) abrió las puertas a una representación que tomó por escenario la puesta de sol, el pasto húmedo, la capilla, la oscuridad de la noche, el salón principal y la mesa de comunión. Con un poco de creatividad y con el talento de los ‘actores ad hoc’, acompañamos a dos enviados del Sanedrín que tenían por misión indagar a la misteriosa mujer del perfume. Con esta atípica guía recreamos el testimonio de varios personajes, su visión de aquel episodio y el impacto que generó en ellos, a poco tiempo de la crucifixión de Jesús.
Al finalizar, la Cena del Señor abrió las puertas a una comida comunitaria, y entonces sonaron las voces y se estimuló el paladar. La tortilla española que cocinó Mario, la flor de nardo conseguida por Memi, el canto sugerido por Domingo, los acordes de Santiago, las anécdotas de Jovita, una ‘torta borracha’ que dió para hablar, el hervor del clavo de olor y la canela preparadas por David…
Gracias a cada uno/a, la ocasión fue una verdadera fiesta de los sentidos. Damos gracias porque pudimos reunirnos, porque la excusa sirvió para hacer un ‘parate’ y así entrar en clima para pensar la Pascua desde los sentidos.
Agradecemos a la treintena de hermanos y hermanas que se involucraron en esta celebración, que caminaron cantando bajo un cielo estrellado y empujados por la brisa otoñal. Gracias por la complicidad, por la sensibilidad y por la cena compartida.
‘Bienvenido el sonido que oculta el silencio,
bienvenida la música, bienvenido el sabor.
Bienvenido el aroma, el candor de este otoño,
bienvenidas tus manos, que son gesto y canción’
Testimonio De La Mujer Del Perfume
(fragmento de representación)
Mujer del p.: No conocen mi nombre y preguntan por el de mi padre. No saben de dónde salí y averiguan quién sería mi esposo. Sospechan que soy viuda, prostituta, extranjera; se preguntan si robé el perfume, con qué dinero lo compré, de dónde salió aquel extracto.
Me critican por lo que hice, cuando en la corte de Herodes el perfume de nardo se consume como el vino. ¿Cuántas veces se untó en aceite aromático la hija de Herodías antes de pedir la cabeza de Juan? Por los pasillos del palacio se contonean como inciensos las mujeres de la corte destilando orgullosas los perfumes más costosos. Pero van contra mí, porque ofrendé mi perfume a uno al que muchos temen y desprecian.
Voz de los miembros del Sanedrín.- (Enojados, hablando desde el fondo) ¿Dónde está? ¿Quién es ella? ¿A quién robó tan caro perfume? Varones de Betania, ¿alguien la ha visto? Pregunten a los mercaderes en nombre de este Sanedrín, averigüen entre ellos quién trae hasta allí los más costosos perfumes de Siria y de Oriente. ¿A quién se los vendieron?
Averigüen entre los artesanos que trabajan el alabastro, pregunten en el mercado, indaguen a la hermana de Lázaro, corrompan a alguno de los discípulos si es necesario. ¡Pregunten, pregunten! ¿Dónde está? ¿Quién es? ¿De dónde vino?…
Mujer del p.- Soy incógnita, pregunta, puntos suspensivos que se escapan envueltos en manto de mujer. Soy una silueta que se perdió en la oscuridad de la noche. Aunque atrapen a Jesús, mi historia seguirá colándose entre la multitud y no podrán matarla jamás.
Nadie crucificará mi memoria. Ni Poncio Pilatos, ni el Sanedrín podrán traer un rumor ante su tribunal para juzgarlo. Ni el Sumo Sacerdote, ni Herodes Antipas, ni el mismo Tiberio César podrán atrapar el aroma penetrante del nardo y crucificar su recuerdo. Mi memoria resucitará cada día que se recuerde esta historia. El recuerdo de ese simple gesto acompañará la memoria de Jesús.
Así, solo así se seguirá cumpliendo su promesa, esa que él hizo mientras yo lloraba con emoción. Cierto es, y cierto será, que aquel relato que quisieron matar se seguirá contando, y mi memoria perdurará, como la mujer osada y misteriosa que se acercó a Jesús y ofrendó sobre él el más valioso de los perfumes.
Así me recordarán, mezclada con el aroma intenso del aceite de nardo, con la sensación del perfume en la palma de mis manos, con el dulce vino servido en casa de Simón, con la imagen de los discípulos impactados por mi gesto. Y sonaré, una y otra vez, junto al eco de las palabras de Jesús…
(Se oye desde el fondo:
“De cierto, de cierto os digo, que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella”)
Jueves 13 de abril de 2017, Jueves Santo en el Centro Emmanuel
+ Oración: “Señor, ¡despierta nuestros sentidos! Vivimos corriendo de día en día, siguiendo las rutinas, las costumbres, lo que tiene que ser, y así no perdemos esos gestos que nos hablan de esperanza, que nos traen alegría, que nos llenan de paz, que sirven de impulso en el momento y de fundamento en el tiempo para seguir caminando, pero con otro paso, con otra perspectiva, viviendo la vida plena que Tú nos das. Señor, ¡despierta nuestros sentidos!, para que podamos mirar, oler, oír, palpar, gustar tus promesas… Señor, ¡despierta nuestros sentidos! Amén.
+ Liturgia de Santa Cena:
Por muchas vivencias habían pasado los discípulos de Jesús los últimos días. Vivencias que no entendían, sobre las cuales tenían dudas, preguntas, incertidumbres, preocupaciones, ¿cómo seguiría la cosa?. No se veían buenas perspectivas por delante…
Y Jesús también estaba perdido en sus recuerdos, en sus pensamientos, en lo que vendría. No estaba preocupado por lo que tendría que enfrentar, sabía que sería un trago amargo, pero también tenía la certeza que Dios estaría a su lado. Él estaba preocupado por sus amigos, sabía de sus fragilidades, de sus miedos…. Algo tenía que hacer para que vivencien la cercanía de Dios cada día con fuerza, para que vivencien la importancia de estar en paz con sus hermanos para vivir con intensidad esa presencia de Dios.
Entonces tomó el pan, en el cual se hace presente el recuerdo de tantas historias que hablan de alegría y tristezas, de esfuerzo y de fiesta; dio gracias a Dios por él, lo partió y se lo dio a cada uno de sus amigos diciendo: “tomen y coman, esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes y muchos. Hagan esto en memoria de mí” (compartir el pan)
Luego tomó la copa, señal de esperanza y alegría, de fiesta, dio gracias a Dios por ella y se la dio a sus amigos diciendo “Tomen y beban, esta copa es el nuevo pacto en mi sangre por muchos derramada. Hagan esto en memoria de mí” (compartir la copa)
Y la paz embargó sus corazones, como lo hizo ese perfume de la mujer de Betania, y quedó impregnado en sus mentes y corazones con la certeza de que la vida puede más; más allá de las dudas y tropiezas que vendrían, Dios estaba allí renovando la esperanza, la alegría, la vida, como lo hace cada vez que nos juntamos a compartir la mesa…
Debe estar conectado para enviar un comentario.