Entre el 22 y 24 de setiembre se realizó en el Centro Emmanuel un retiro ecuménico de características singulares. Llegadas de Montevideo, Paraná, Paysandú, Araminda y de varios puntos de Colonia, las personas que participaron eran bien distintas pero con algo en común. Una fe compartida, un particular código para el humor, las búsquedas y las reivindicaciones de este tiempo. Los ‘jódultos’ no son tribu, pero bien podría llamarse a un antropólogo para estudiar su idiosincrasia.

El jódulto es una extraña especie que puede vivir en el campo o la ciudad; algunos saben música, otros se limitan a hacer sonidos con instrumentos rudimentarios. Los jódultos pueden mantener un tambo, trabajar en la salud o como técnicos. Algunos incluso se han dedicado al arte de enseñar, capacitando a los de su tipo o preparando a otros individuos para convertirse en futuros jódultos. No son tribu, ni secta, ni partido. Pero andan esparcidos, compartiendo inquietudes y búsquedas similares.

En un mundo tan fluido como el actual, hemos creado este neologismo para hablar de una generación que comparte una mirada singular de lo que significa ser adulto. Transitando entre los ‘veintimuchos’ y los ‘cuarentaytantos’, los jódultos son parte de una generación que interpreta de forma diferente los estereotipos de la vida adulta. Quizá porque los viejos valores, expectativas y mandatos relacionados a la adultez han quedado en entredicho. Son adultos que mantienen algo de la irreverencia y la incertidumbre del joven.

-¿Ya treintona y sin casarte? –preguntan los viejos mandatos.

-Tenés que elegir un trabajo para toda la vida –sancionan las aspiraciones del pasado.

-¡Qué inmaduro, todavía jugando! –dicen burlándose los que han dejado de saltar.

-Déjese de militancias, que hay que sentar cabeza –dictaminan con aire burocrático.

En nuestras comunidades, el jódulto también es bicho raro porque sus búsquedas de fe escapan a las formas instituidas. Están presentes, pero sus preguntas e inquietudes sobrepasan las manifestaciones religiosas más tradicionales. Buscan espacios de espiritualidad que integren el juego, el humor, una charla más informal, la expresión corporal, nuevos ritmos. Necesitan poner en relación fe y política, quieren pensar su mundo como cristianos y a veces sienten que les faltan herramientas. Por eso buscan.

 

Un retiro, un encuentro

Desde la noche del viernes 22 hasta el domingo 24 de setiembre veinte personas nos dimos cita en el Centro Emmanuel para compartir un espacio de reflexión desde la fe. Trabajamos a través del juego, la expresión corporal, y con la ayuda de los pastores Claudia Tron y Sergio Bertinat discutimos algunos aspectos bíblico-teológicos que nos ayudaron a pensarnos como generación.

El encuentro de Jesús con la samaritana junto a un pozo (Jn.4:5ss) nos invitó a buscar en nuestras propias experiencias de Gracia, haciendo un esfuerzo de memoria para recordar aquellos momentos en que nos sentimos movidos por el Espíritu. Ponerle palabra a esas experiencias fue algo movilizador, y al hacerlo descubrimos que la mayoría de esas situaciones se habían dado en un marco fuertemente comunitario.

En esta ‘generación bisagra’, nos sentimos en el desafío de volver al sentido de lo comunitario. A veces nuestras iglesias dedican mucha energía a hacer frente al mantenimiento de su infraestructura, a recuperar un edificio o a cumplir con obligaciones administrativas; pero en esa tarea a veces relegamos el espacio de encuentro, la comida compartida, la espiritualidad vivida en lo cotidiano.

En el Evangelio la acción es concreta y la Gracia abundante. En medio de mandatos y formas de hacer que son obsoletas, uno de los principales desafíos es encontrar y resignificar los espacios nos permiten vivir plenamente la fe.

 

-Yo creo –concluyó con firmeza una ´jodulta’– que esas experiencias de Gracia son las que marcan la guía de por donde tengo que ir…

 

Que el Espíritu nos toque, que las palabras de Jesús agiten las aguas del pozo y podamos beber. Lo necesitamos para saber por dónde seguir.

 

Natalia Bertinat
Marcelo Gonnet
Mariana Negrin
Javier Pioli